Esta entrada va dedicada a todas esas almas caritativas que van sembrando el bien allá donde van, preocupándose más por el prójimo que por ellos mismos. Esas personas de bien que tienen que llegar a tiempo a esos lugares donde son tan precisos e imprescindibles, para así, poder seguir con su labor altruista. Esa gente que debido a sus obligaciones, para con los demás, no pueden perder ni tan siquiera diez segundos de su valioso tiempo deteniendo su vehículo, para que desaprensivos holgazanes, que tienen todo el día ocioso y no tienen otra cosa que entretener a tan modélicas personas al intentar atravesar una vía.

Sí señores, lo confieso, yo soy de los segundos. Y he llegado a esta conclusión mientras camino empujando el carrito de mi hijo, y de repente tengo que cruzar al otro lado, soy así de antojadizo . Voy por una acera y, de repente, me da por cruzar a la otra, simplemente por el hecho caprichoso de que el lugar a donde me dirijo está varias calles más allá.
Pues en el 90% de las veces que practico este incívico gesto de cruzar por -fíjate tú mi excentricidad- esas líneas blancas que algún loco ha pintado en la calzada, coincide en que circula con su coche una de estas altruistas personas, y claro, pretendo yo que se dentengan y me dejen pasar, ¡a mí! que no soy más que un insignificante pecador impulsivo.

A veces, cuando voy solo, me da a mí por ser temerario y aventurarme por la ya mencionada zona rayada, y al acercarse algún vehículo, pues se para, ya sabéis que estas personas son tan benévolas que optan por detener su utilitario y no aplastar mi insignificante existencia. Pero cuando voy en compañía de mi vástago, pues claro, no soy quien para decidir por la vida de mi retoño, y espero pacientemente a que estos modélicos conductores ignoren a ese insignificante peatón, portador de un carrito de bebé, para así llegar a tiempo a sus destinos donde repartiran todo su amor. Espero pacientemente a que una mala persona, esas que conducen por conducir y que al que no requieren en ningún lugar, se detenga, pierda sus diez segundos sin importancia, y satisfago mi capricho de llegar al otro lado de la calle.

Pronto cruzar un paso de peatones será un deporte de riesgo como el puenting, y es que cada vez hay más personas que necesitan llegar pronto a sus destinos para hacer que el mundo sea un lugar mejor...
Por el Caba
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